Cuento

Bienvenidos a este espacio de pura imaginación. Somos tus amigos Colorín y Colorado, nos encargamos de presentar todos los cuentos de María Cristina, quien se convierte en lectura pensando en ustedes. Para ella, leer es diversión y siempre deberá ser interrogación ante lo que plantea ella o cualquier autor. Si la lectura es un cuento será pura expectación, porque podrán adentrarse en los personajes, ideando otros posibles trances y finales.

Ya que un cuento les permitirá volar sobre lo imaginario y animarse a mejorarlo con lo que se les ocurra variarlo. Así se convertirán en sus lectores y coautores, y entre ambos habrán logrado que lo leído sea enriquecido y transformado. Por eso les animamos a leerlos, a recontar sus historias, sabemos que lo podrán muy bien hacer ¡Y ESA SERÁ SU VICTORIA!

Resumen:

Era un día gris, amaneció bastante nublado. A pesar de que la naturaleza indicaba con claridad que nos visitaría la lluvia, decidimos formar nuestra tradicional carabana. Cargaríamos comida pesada y llevaríamos con ánimo el trabajo de ese día, que consistía en transportar hasta nuestro almacen muchos granitos de arroz que había tirado una señora en su patio.
Haga clic para calificar
[Total: 2 Promedio: 5]

Mi héroe la rana

Era un día gris, amaneció bastante nublado. A pesar de que la naturaleza indicaba con claridad que nos visitaría la lluvia, decidimos formar nuestra tradicional carabana. Cargaríamos comida pesada y llevaríamos con ánimo el trabajo de ese día, que consistía en transportar hasta nuestro almacen muchos granitos de arroz que había tirado una señora en su patio.

Yo estaba a cargo de esta misión y al formar mi batallón hice las siguientes orientaciones:

– ¡Compañeras!, sé que tenemos fama de ser rápidas y dispuestas, pero les pido, por favor, que esta vez redoblemos esfuerzo. Es mucho el trabajo y tenemos poco tiempo antes de que caiga la lluvia que nos amenaza.

– ¡Siempre listas!- gritaron todas – ¡A la carga!

– ¡Así hablan las hormigas de verdad!, que Dios nos ayude a cumplir con nuestro trabajo – dije – llena de ánimo y transmitiéndoles energía positiva a mis hermanas.

– !En marcha! –gritaron todas en señal de apoyo.

Con los granos de arroz en nuestras cabezas nos veíamos como un largo camino de soldaditos negros con gorro blanco. Yo me fui quedando atrás para agilizar la operación.

Tratamos de ser rápidas, pero el último tramo de la carabana todavía no había penetrado el orificio de entrada a nuestro territorio cuando comenzaron a caer los goterones que parecían balas que disparaban a un blanco específico, nosotras. La mercancía que tanto esfuerzo nos costó trasladar caía lejos cuando éramos golpeadas por aquellas gotas gigantescas y por los granizos que ametrallaban sin misericordia. Muchas de mis hermanas quedaron sepultadas debajo de aquellas tumbas blancas y heladas.

Las pocas que pudimos sobrevivir a aquel ataque de la naturaleza fuimos arrastradas por la corriente de agua que formaba aquella brava lluvia. Yo tuve la suerte de subirme a una ramita y sufría mientras veía a mis compañeras gritar, desesperadas, al tratar de aferrarse a algo que pudiera salvar sus vidas.

Elevé una oración a Dios y a través de la cortina de mis lágrimas pude ver la respuesta a mis plegarias: aparecía de dos brincos mi amiga, la rana Cheila, quien subió a su lomo a todos los que sobrevivimos a aquel fatídico diluvio y nos condujo de tres zancadas a un lugar techado de la casa hasta esperar que la lluvia cesara.

Luego, nos transportó hasta nuestro hogar, el hormiguero, donde fuimos recibidas con el calor y la dicha que proporciona el creer que se pierde un ser querido y gracias a Dios ha sido recuperado.

Hoy, todos le agradecemos a Cheila, y le hacemos honor como lo que es, nuestra héroe, acompañándola cada vez que podemos y haciéndola retorcerse de la risa – ¡croac!, ¡croac!, ¡croac! – cuando muchas de nosotras nos le subimos arriba y le hacemos deliberadamente cosquillas con nuestras patitas.

Ahora la despedimos y la vemos alejarse saltando con alegría después de compartir un rato. Nos ha dejado suspirando felices por la belleza de la amistad y por comprender, en carne propia, la grandeza de un buen amigo y la dicha de estar vivas.

Y, colorín, colorado, como afanadas hormigas seguiremos más alimentos para el invierno cargando. Con la ayuda de nuestra amiga Cheila seguiremos contando siempre que la estemos necesitando.

La imagen fue tomada de:Naturaleza Vectores por Vecteezy

Autora: María Cristina Espinal

Me gusta escribir, me gusta compartir mis escritos y hacerlo de forma impresa limita mis horizontes. Este es un medio ideal para llegar a aquellos que están mucho más lejos.
Haga clic para calificar
[Total: 2 Promedio: 5]

Te invito a leer otros cuentos que de seguro te encantarán

Mi memoria externa

Mi memoria externa

En una acogedora casita rodeada de un precioso jardín, allá, en la curvita de la calle Girasol vivía la abuelita Vita. Era una dulce señora que…

Reencuentro

Reencuentro

Cerca del lago mágico, allá donde las aguas son apacibles y brillan más, se celebró la esperada boda entre el pato Tuti y la pata Soledad…

Santa en Santo Domingo

Santa en Santo Domingo

Desde hace muuuchos años, en una pequeña isla del Caribe, llamada Santo Domingo, existe un…

Anímate y escríbeme, con gusto me tomaré el tiempo para dar respuesta a todas tus inquietudes. Puedes utilizar el formulario o escribirme a la dirección de correo que te dejo aquí debajo.

hola@meconviertoenlectura.com

Te responderé, eso es seguro !!!