En el vestido de la Madre Naturaleza vivían miles de flores que eran sus asistentes personales, encargadas de ayudarla a hacer realidad todos sus actos de magia. Un día, las flores perdieron su armonía y con ella se esfumó la magia de la Madre Naturaleza, porque, para que pudiera funcionar su varita y hacer los trucos esperados, necesitaba de la unión de todas ellas.
Ya se acercaba la hora en la que debían rescatar a Mimí de su aventura de mariposa, y la varita no podía sacar de su vestido las florecitas que le podían devolver el tamaño a la niña. Muy preocupada, la Madre Naturaleza asomó su mágico ojo por la punta de la varita y así pudo enterarse de lo que pasaba: todas las flores estaban reunidas y frente a ellas se encontraban, desconsoladas, una flor azul y otra blanca. La flor azul había ofendido a flor blanca llamándola “pequeña descolorida” cuando chocaron entre ellas de forma accidental.
Con tal agresión, la flor blanca comenzó a llorar, preguntándose por qué su amiga le había hablado así de feo. Ante su reacción, la flor azul se asustó, tomó conciencia de que la había ofendido con lo que le había dicho, y también se puso a llorar, al no saber remediar el problema que había causado.
Todas las flores se notaban preocupadas, pues escuchaban el llamado insistente de la Madre Naturaleza, quien requería de sus servicios, y no podían ayudarla a hacer nada de su magia, mientras existiera esta rencilla entre algunas de ellas. Ante la urgencia del llamado, una flor mamey, un tanto marchita, pero muy sabia, aconsejó:
– Por la forma en que las dos lloran podemos entender que la flor azul está arrepentida de haber sido grosera con la flor blanca. La fórmula mágica para resolver esto es el perdón. En lo adelante, recomiendo que cuidemos la manera como nos comunicamos con las demás, pues para que haya unión, debe primero existir la confianza, el buen trato y el amor”.
Estas palabras ayudaron a que la flor azul le pidiera perdón a la flor blanca, quien lo aceptó gustosa y asunto arreglado. Todas las flores salieron disparadas por la punta de la varita mágica de la Madre Naturaleza, felices, pero muy conscientes de que solo unidas y en armonía pueden enfrentar sus tareas y hacerlas como los demás esperan.
Moraleja:
Unidos somos más fuertes, pero para que haya unión, debe primero existir el buen trato, la confianza y el amor.
Nota:
Esta fábula surge del cuento “Deseo concedido”, del libro de cuentos infantiles “Seis gotitas de imaginación”, de la autoría de María Cristina Espinal López.
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