Un día, en la escuela de una popular granja, doña gallina dijo a sus alumnos que quería que hicieran una tarea especial. Todos los ojitos atendieron curiosos, deseosos de saber de qué se trataba. Doña gallina, en complicidad con el grupo, aplaudía con sus alas el interés que le mostraban. Todos escuchaban los cacareos de gozo que dejaba salir de forma espontánea de su pico – ¡clo!, ¡clo!, ¡clo! – anticipando lo bueno que sería para ellos descubrir lo que les pensaba encomendar. Por eso, aprovechando la atención ganada expresó con solemnidad:
– Mis amados discípulos, como ya se aproxima el mes de mayo, mes de las madres, quiero encomendarles un interesante proyecto. Necesito que en esta semana ustedes observen de cerca a sus madres, para que el viernes me respondan la siguiente pregunta:
¿A QUÉ CREES QUE SABE TU MAMÁ?
El grupo soltó diversas carcajadas, pues creían que su maestra estaba siendo graciosa con ellos y que no era en serio que quería asignarles esa tarea. El inquieto conejo llegó a expresar con ojos desorbitados:
– Pero, profe, ¿Cómo puedo yo probar a mi mamá? ¿Usted quiere que yo le dé una mordida?
Esto provocó divertidas y variadas carcajadas:
– Pío, pío, pío, píoooooooo – se le oía reír al pollito.
– Croa, croa, croooooa – salía de la boca de la rana.
– Shiiii, shiii, shiiiiiiiiiii – sonaba la culebrita.
– Jaaaau, jaaaaau, jaaaaaaaau! – se escuchaba reír al perro.
– Miiiiiiiau, miiiiau, miaaau – salía de la boquita del gato.
Cuando a todos les dolía la panza de tanto reír se fueron tranquilizando y, al ver que volvió la calma, doña gallina aprovechó para responder:
– No, querido Copo, no deseo que muerdas a tu mamá. Quiero que tú la sigas de cerca, que la veas bien, fijándote con detenimiento en todo lo que ella hace, que te acerques y la toques, para que sepas cómo se siente al tacto, que la abraces y la huelas, cuidando que tus ojos estén en ese momento cerrados, para que percibas de verdad su olor.
También deseo que escuches con detenimiento su voz, para que tengas una idea de a qué cosa se te parece y que después pienses en que si tu mamá tuviera sabor y fuera un postre o una comida, ¿A qué te imaginas que sabría?, ¿De qué te imaginas que estaría hecha?, y eso es lo que quiero que el viernes tú me cuentes, y que todos ustedes también lo hagan – dijo doña gallina, ajustando sus lentes, al mismo tiempo que pasaba sus perceptivos ojos por cada carita, asegurándose de que ya lo estaban tomando en serio, mientras les preguntaba:
– ¿Están claros en lo que les pido?
Los variados alumnos de doña gallina dijeron a coro:
– Sí, querida maestra.
Al salir, todos se fueron a sus casas, deseosos de empezar a reunir la información para el proyecto encomendado. Por eso, cuando llegó el viernes, doña gallina se sentó a escuchar, como una alumna más a cada uno de sus estudiantes, quienes orgullosos hicieron las siguientes presentaciones, empezando por el gato Roque, quien dijo lo siguiente:
Si mi mamá fuera un postre
sería un quesito rellenito del más dulce caramelo,
que mientras más yo lo pruebo,
más, más y más yo quiero.
Mi mamá huele a vainilla,
es suave como el algodón,
y cuando yo escucho su maullo
oigo campanitas de amor.
Todos aplaudieron la creación de Roque. Luego le tocó a Tito, el pollito amarillo, quien presentó a su mamá de la siguiente manera:
Por una semana seguí
una héroe de huesos y plumas
y bajo sus alas sentí
que era un maíz que me sabía a luna.
Yo la toqué y era suave,
cerré mis ojos y sentí su calor,
bajo sus alas escuchaba
sus dulces cacareos, como entonando una linda canción.
Todos fueron presentando con orgullo los resultados de sus proyectos, obteniendo el aplauso de sus compañeros, hasta que llegó el momento de escuchar a la rana Cheila, quien declamó lo siguiente:
No tuve a quien seguir
pues no vivo con mamá
aunque la pude imaginar
como una ranita espectacular.
Me enseñaron una foto
y me contaron que olía a puro amor
porque le gustaba bañarse
cada vez que la calentaba el sol.
Como nunca la toqué,
pues murió al yo nacer,
sé que ha de saber
a muchas galletas de té:
Te extraño, mami querida,
te tengo en mi corazón,
te probaré cuando llegue,
a encontrarte junto a Dios.
Cuando la ranita terminó, sus compañeros estaban con caritas afligidas porque no sabían que ella no tenía una mamá que la abrazara cuando llegaba a la casa. Doña gallina explicó a Cheila que aunque su mamá no esté físicamente con ella, la sigue desde el cielo y la protege como un ángel, Cheila asintió feliz y se sintió conforme con esa idea.
Al salir a recreo todos fueron más comprensivos con Cheila. Entendiendo la razón por la que a veces se veía triste. En el recreo, Cheila fue rodeada por todos sus compañeros, quienes solidarios se acercaron para expresarle sus afectos.
Entonces, doña gallina dijo:
– Ahora yo les contaré cómo es mi mamá:
Es una tierna gallina kikí
que adora el maíz,
lee el periódico de principio a fin
y le gusta bien alto dormir.
Cuando yo era chiquita
me arropaba con sus alas,
y en ese momento me contaba
los cuentos que me gustaban.
Si mi mamá fuera un postre
sería un helado de estrellas,
con chocolatitos de cariño,
que hace que solo piense en ella, solo en ella.
Todos los alumnos aplaudieron a la maestra y esta les preguntó:
– ¿Desean que les lea un cuento, como lo hacía mi mamá conmigo?
Todos asintieron felices y se acomodaron en sus asientos con total expectación, mientras miraban a su maestra organizarse para narrar la fantástica historia titulada: “El día que doña luna se quedó dormida”.
Y, colorín, colorado, este cuento se ha terminado, y el que narrará doña gallina está casi comenzando, ¿Puedes imaginarlo?
La imagen fue tomada de:Mama Vectores por Vecteezy