Al ver sus caritas de ilusión cuando éstos le decían todo lo que querían que llevara, el chef Mamacitango se esmeró en prepararla. Sabía que sus chiquitines clientes quedarían muuuuy satisfechos. Buscó los siguientes ingredientes:
· Una masa blanda y mágica, capaz de detectar las necesidades de los otros antes de que éstos las expresaran.
· Huesitos resistente a muuuchos embarazos.
· Un corazón especial, hecho de hierro, pero que iría relleno de dulces y esponjosos algodones, revestidos de amor incondicional.
· Dos pedacitos de cielo, que serían sus ojos, capaces de mirar con amor, aunque tuviera enojo.
· Un pelo abundante que le inyectaría constantemente más dulzura, comprensión, sabiduría, fuerza y entusiasmo, las veces que lo necesitara, de manera inagotable.
Además, Mamacitango, aplaudiendo por el entusiasmo que sentía, trajo para integrar a esta mamacita especial tres gotas de gloria, su secreto más guardado, para que pudiera cocinar muy, pero muy bueno y encantar a su familia con los platos que elaborara.
También, previendo que iba a ser madre de una docena de niños, decidió ponerle dos ramilletes de uvas que representarían sus brazos, para que fuera capaz de abrazar tantos niños a la vez, como uvas tuviera el ramillete.
El chef estaba feliz. De manera diestra y graciosa comenzó a echar todos los ingredientes en su cacerola mágica, seguido por doce pares de atentos ojitos que no se perdían ni un detalle. Movió todo con suavidad, hasta que de la cacerola comenzó a salir un olorcito encantador, que atraía a todos a acercarse y querer probar, aunque fuera un poquitín de aquello mágico que había elaborado. Mamacitango probó su creación y expresó:
– ¡FANTÁSTICA!, pequeños, logré hacerles la mejor madre que hayan podido soñar. Iré a buscar el recipiente perfecto para empacarla.
Al retirarse el chef, Mateo y Diego, dos de los angelitos que iban a tener el privilegio de nacer primero, se miraron con cara de inconformidad. Mateo aprovechó el momento para decirle a Diego:
– Yo no creo que así de rápido la haya hecho bien. Me parece que debe llevar mucha miel, para garantizar que sea muy dulce, muy dulce, como la queremos.
Diego apoyó a Mateo y agregó:
– ¡Es verdad, Mateo!, por eso, además de un poquito de miel vamos a espolvorearle bastante azúcar, para que sepa mucho más buena.
Entonces, justo cuando el chef Mamacitango estaba concentrado eligiendo el envase perfecto y sus futuros hermanos estaban distraídos, tratando de ver el envase que seleccionaría, de manera muy rápida los dos angelitos se acercaron a la cacerola mágica, cada uno incorporó su ingrediente favorito: miel y azúcar, para garantizar que la mamá que se llevaban fuera como ambos la soñaban y movieron rapidísimo, rapidísimo, asegurándose de que sus nuevos ingredientes se perdieran en la masa y no fueran notorios a los ojos del chef Mamacitango, a la vez que vigilaban que los angelitos más tiernos no notaran lo que estaban haciendo.
El chef regresó cantando de felicidad con una cajita linda, linda de verdad, llamada Mamá Chachi, donde les entregó a la mamá que él consideraba que sería SU OBRA MAESTRA.
Los doce angelitos ni respiraban de la emoción. Con caritas de expectación extendieron sus tiernas manos y recibieron su encargo especial, hecho a la medida. A cambio, le dieron al chef la alcancía repleta de suspiros y anhelos que habían ahorrado con tanta paciencia e ilusión, agradeciéndoles y marchándose felices.
Desde ese día nadie se enteró de aquella travesura que habían hecho Mateo y Diego, ni siquiera el chef Mamacitango, que hace años que fue trasladado a otro laboratorio mágico; pues, tal como ellos querían, la familia a la que pertenecieron disfrutó por muuuuchos años de la mamá más dulce y especial. Sin embargo, con el tiempo, como siempre, la verdad salió a la luz cuando sonó la alarma indicando un elevado nivel de azúcar en la madre. Todos se extrañaron de que estuviera presentando ese problemita, pues la fama del chef que la elaboró llevaba estampado el sello de la perfección en todos los productos que salían de su repostería – laboratorio.
Aunque Mateo y Diego conocían la razón por la que la madre estaba afectada, no dijeron nada, nada. Así mantuvieron oculto su secreto hasta el día de hoy; pues, tratando de corregir ese fallo provocaron otro, cuando acordaron comerse, también en secreto, todas las cosas dulces que llegaran a la casa, a fin de evitar que su adorada mamita las pudiera ingerir y ponerse peor. Por esta razón, sin querer queriendo ellos también se afectaron de lo mismo que padecía su adorada madre.
Todo esto lo supo Lía, la hermanita más pequeña, cuando los escuchó conversando bajito sobre lo que hicieron en aquel laboratorio. Alarmándose al oírlos decir que estaban avergonzados y que preferían pagar con sus vidas antes que aceptar que le habían ocasionado aquel inconveniente a quien todos más querían, Mamá Chachi, así como también por el hecho de haberse causado daño ellos mismos.
Por eso, Lía empezó una búsqueda desesperada hasta que encontró el laboratorio donde estaba trabajando el chef Mamacitango y le confesó toda la verdad. Este se enojó tanto, pero tanto, que comenzó a temblar de rabia descontrolada. Su temblor estaba tan fuera de lo normal que los frascos de su laboratorio comenzaron a tambalearse, haciendo brincar su contenido por doquier. Lía se espantó ante la explosión de enojo de aquel hombre y con rapidez buscó el ingrediente que vio que el chef tenía bien tapado en uno de sus frascos especiales, lo abrió a toda velocidad y sin titubear sopló con fuerza sobre la cara del chef Mamacitango el polvo del control. Esto provocó que bien despacito fueran disminuyendo los temblores que lo sacudían. Cuando ya estaba en calma, aprovechando que había perdido toda su energía, Lía le dio a tomar unos sorbos de agua, en la que había disuelto unas gotitas de perdón, para que así el chef Mamacitango pudiera comprender a sus hermanos y estuviera dispuesto a buscar una solución. De esta forma, Mamacitango se pudo reponer, y ya en total control de sí, decidió corregir el error con el antídoto antidiabetes.
Escribió una fórmula con los alimentos que estaban permitidos para preparar la comida de los tres afectados y de manera preventiva de todos los miembros de aquella extensa familia, entregándosela a Lía al recomendarle:
– Convoca una reunión familiar y compárteles esta fórmula para que eviten seguir teniendo problemas con sus niveles de azúcar, de lo contrario, todos serán afectados.
En cumplimiento de aquella promesa Lía logró que Mateo y Diego aceptaran el hecho de haber causado este problema y también concientizar a su apreciada familia de que esta vez debían de cumplir totalmente lo que había aconsejado hacer el chef Mamacitango, como única forma de garantizar sus vidas. Así lo hicieron. De ese momento en adelante retornó la tranquilidad a aquella familia.
Y, colorín, colorado, hasta aquí llega la historia de cómo el Chef Mamacitango elaboró a la mamita más linda y buena que hayas imaginado. Felizmente, mamá Chachi seguirá endulzando la vida de su familia por ciento quince años, como se lo pidieron todos aquel día al Chef Mamacitango.
Fin.
La imagen fue tomada de:Chef Vectores por Vecteezy