Soy el conejo Pablo. No me lo van a creer, pero anoche hablé con mi papi. El me llamó. Sé que no se imagina lo feliz que me siento cuando recibo una llamada o una de sus cartas. Siento que cuando lo hace, piensa en mí, y eso me encanta.
Anoche, mi mami, al verme tan feliz me preguntó: – ¿Qué te gusta más, Pablo, que te hable o que te escriba? – y yo, realmente no sabía qué contestarle – le dije, solo para no hacerla esperar – que me llame – pero ahora que lo pienso mejor, sigo en la misma indecisión, también me encanta que me escriba, porque puedo leer sus cartas una y otra vez y oler el papel que me trae un poco de su aroma. Aunque, también me gusta que me llame, porque me alegra oir su voz, me hace sentir como si entrara por el celular y me rodeara con sus manos. Me hace sentirlo cerca, muy cerca, y a la vez darme cuenta de cuánto lo extraño.
Sé que se ha ido muy lejos a trabajar, para ganar dinero y podernos acomodar. Me gusta todo lo que me da, pero, si tuviera en mis manos esa decisión, yo elegiría tener menos cosas y poder pasar a su lado mucho más horas.
“Pablo, amárrate el cordón” – me dijo un día – y yo quise seguir su mandato. Me vio intentando hacerlo una y otra vez, sin darme por vencido. Yo quería hacerlo por mí, y él, esperó paciente que yo lo intentara tres veces, para después acercarse y ofrecerme su ayuda. Con ternura me explicó la técnica que él usaba cuando tenía cinco años, como yo los tengo, para lograr amarrarse sus zapatos. Cuando lo logré, le di un abrazo y sobre su hombro lloré, no porque estuviera triste, sino porque me sentía dichoso por tener a mi lado un papá paciente, comprensivo y amoroso.
Anoche me dijo que voy a tener un hermanito y eso, en un primer momento me alegró, pero luego, realmente me preocupó, porque de inmediato pensé que podía disminuir su amor al tener que compartirlo con un hermano menor, al que también mi papi le debe poner atención.
Cuando sintió mi silencio de inmediato notó que algo me pasaba y me lo preguntó. Como siempre nos decimos la verdad, yo le expresé mi temor y él me aseguró que nunca disminuirá el gran amor que tiene para mí en su corazón. ¿Saben lo que me dijo? Me aseguró que yo soy un pedacito suyo, que aunque ahora está muy lejos, estamos conectados por el amor y él es capaz de sentir, allá, donde está, cuando yo estoy feliz o cuando estoy triste. Yo se lo creo, como soy un pedacito suyo me siento triste cuando él está triste, siento su enojo cuando lo veo furioso, siento su alegría cuando irradia felicidad y siento su angustia cuando lo veo disimular que algo le ha de preocupar.
¡Ji!, ¡ji! ¡ji! – no puedo parar de reír porque me acordé de un día, en el que mi papi me encontró en el baño con una blanca barba de jabón, como si fuera un anciano. Llegó hasta ahí por mis gritos; por quererme rasurar, como él lo hace cada día, me unté sin querer de la espuma de jabón en mis ojos y lloraba desconsolado por lo mucho que me picaban. Él fue quien primero llegó y me limpió con amor. Luego me supo explicar que no con todo yo podía jugar, que debía primero pensar si eso me podía perjudicar. Aunque me avergoncé, lo supe comprender.
No voy a negarles que a veces él me enojaba, pero eso muy rápido se me pasaba porque de inmediato pensaba que si mi papi me regañaba, algo había hecho yo que a él no le gustaba. Después, cuando estaba solo y pensaba en esa situación, me daba cuenta de que, generalmente era por algo que me perjudicaba, por eso llegué a entender que mi papi me quiere de verdad cuidar y proteger.
Un día, aprovechando que le expresé lo que sentía porque no había logrado comprender bien la situación con el nuevo bebé, mi mami me explicó que no debía angustiarme, porque no disminuye el amor cuando se comparte con los demás, sino que mejor se multiplica ¿Saben lo que pasó después? Mi papi, al sentir que yo seguía confuso, decidió que vedría personalmente a explicármelo. Yo, con esa noticia me puse muy feliz, porque cuando llegue, será todo para mí.
¿Me veo bien? Ya me bañé, me perfumé y me cambié, para a mi papi volver a abrazar tan pronto lo vea llegar. Aunque algo me pareció extraño. Me dijo que alguien vendrá con él que yo debo conocer ¿Quién será? Este papi mío sabe cómo ponerme a pensar. Esa adivinanza no la he podido descifrar. ¿Me quieren ayudar? Ya él no tarda en llegar.
¡No cabe en mí más felicidad! Debo irme a la ventana a asomar porque oí unas llantas al frenar.
¡MI PAPI HA LLEGADO YA!
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