Santiago, Rep. Dom.
22 de abril 2021
Querido libro:
Mañana es una fecha especial. Estoy feliz de que en el calendario se haya apartado un día para exaltar tu importancia. Has hecho un gran aporte al desarrollo intelectual y espiritual de todo aquel que tus sabios consejos haya podido interiorizar.
Recuerdo cuando era niña, siempre despertaste en mí una gran curiosidad, un extraño deseo por acercarme, por conocerte. A veces te veía tan solito, en espera de que alguien se acercara y te mostrara un poco de interés. Yo sufría por tu soledad. Ese día me prometí que siempre me haría acompañar por ti, en todo el recorrido de mi vida. Desde entonces hemos sido inseparables.
Como al principio no podía descifrarte, tú intentabas ayudarme a entenderte a través de las atractivas imágenes que guardabas en tu interior. Aquellas que eran capaces de captar toda mi atención y de hacerme imaginar todo cuanto me querías contar.
Me encantaba mirar la forma en la que otros daban ese paso de avance hacia ti. Me sentía feliz de saber que no solo yo te disfrutaba, porque sé que eso en verdad te agradaba. Todos los que hasta ti llegaban con interés de conocerte se sentían tan bien con lo que les contabas, y la forma en que lo decías, que después eran incapaces de interrumpir la comunicación que iniciabas con ellos. Por eso, como a mí me pasó, se fueron haciendo cada vez más expertos en comprender lo que tenías en tu interior.
En mi caso, cuando llegaba la hora de acostarme, me encontraba exhausta por las aventuras que vivía junto a todos los amigos que encontraba en tus páginas, con los que me divertía un montón. Me dormía abrazándote, con una sonrisa en mi rostro por el placer que me producía el conocer los secretos que guardabas para mí, y para todo aquel que quisiera su tiempo contigo compartir.
Me retabas a interpretarte, despertabas mi curiosidad y un deseo inagotable de seguir disfrutando tu contenido. Así nació nuestra gran amistad. Te trataba con el cariño y respeto que se ganan nuestros seres más preciados. Para mí eras la joya más valiosa, mi compañero de aventuras. Con cada lectura me abrías una puerta a mundos desconocidos y me hacías creer que yo estaba en esos escenarios que describías y que a mí, tanto, tanto, me atraían y me entretenían.
A pesar de los años te tengo en un lugar especial de la enorme biblioteca que contigo comencé a formar. Ahora eres parte de una gran familia de libros que han llegado a mi hogar por ti, por la gran lectora en que me convertí inspirada en aquellos días en que te abriste a mí y me hiciste tan feliz.
Gracias, mil gracias por haberme acompañado por tantos años y ser capaz de seguirme inspirando a que continúe el interior de nuevos libros escudriñando.
Con el más cálido afecto,
Tu amiga de infancia,
Amaya
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